Recuerdo en mis épocas de primaria, cuando nos hacían memorizar que la República Mexicana " tiene 29 Estados, dos territorios y un Distrito Federal". Hoy esos dos territorios se convirtieron en Estados: Quintana Roo, que ha tenido un crecimiento impresionante, y Baja California Sur, que parece que le seguirá los pasos, fundamentados ambos desarrollos en el turismo.
Recientemente realicé un "scoutting" de 3 mil 200 kilómetros en vehículo por todo el territorio de la Baja sur y pude constatar que sí es un Estado joven (declarado oficialmente en 1974) y como muestra están sus terracerías o ripios que forman la mayoría de las vías de comunicación entre las pequeñas comunidades.
También se nota en su densidad de habitantes por kilómetro cuadrado, que es tan sólo de 6, es decir, 10 veces menor que la de Nuevo León.
Pero las muestras de desarrollo encabezadas por los turistas y viajeros de los Estados Unidos ya se empiezan a evidenciar, aunque en nuestros días están estancadas por la crisis mundial.
La región de Los Cabos, al sur del Estado, es la zona que se puede considerar para el turismo masivo de sol y playa y que demanda el turista típico.
Para el viajero que busca aventuras, Baja California Sur es un verdadero diamante en bruto, aunque cabe mencionar que para muchos aventureros, tanto mexicanos como extranjeros, lo mágico y atractivo es su condición virginal dentro de ese paraíso natural que es.
Como materia prima para desafíos extremos y súper extremos parece que uno no le encontraría el fin. En mi caso, realicé algunas caminatas por playas, dunas, salinas y lomeríos, hice travesías en bote y "snorqueling", pero lo fuerte fue el recorrido en auto.
Sin embargo, cuando estás sobre tu auto, a casi 50 grados al sol en el Desierto del Vizcaíno, en una carretera desolada que te permite tomar fotografías de la misma sin orillarte, sientes que cualquier falla mecánica podría tornarse en algo severo.
El desafío en turno refleja uno de los sitios que más me impactaron de Baja y es que el escenario supera a la imaginación, y la fauna que ahí domina da una muestra de que aún hay sitios que el hombre no ha perturbado.
En un desafío anterior platicamos del Santuario del Águila Pescadora en la desembocadura del Río Carrizal en el Golfo de México, en la Barra del Tordo, en Tamaulipas.
Las poco profundas y transparentes aguas donde se unían la laguna y el mar eran el territorio propicio para que el águila realizara el ritual diario de su alimentación, que consistía en planear desde las alturas, localizar a su presa, caer a velocidades vertiginosas con las garras por delante, emprender el vuelo con su presa y llevarla a alguna roca o árbol cercano para iniciar el festín.
Todo este ritual le toma a la implacable águila algunas horas.
El Golfo de California es famoso por sus tranquilas aguas azul profundo y turquesa en los litorales y playas, es un escenario con dimensiones muy especiales, ya que su longitud casi alcanza los 2 mil kilómetros, pero su anchura fluctúa apenas entre los 100 y 200 kilómetros.
Por esto, considero que le queda más a doc el nombre de Mar de Cortés, como también se le conoce.
Es también famoso por las islas que la naturaleza formó, algunas de las cuales se han convertido en santuarios de diversas especies de fauna.
Estas islas cercanas al litoral de la península de Baja California amortiguan los vientos y por ende los oleajes, amansando las aguas; más aún, hay un lugar en Baja en el que las playas son más tranquilas al ser protegidas no por una isla sino por una gran bahía que penetra más de 40 kilómetros a la masa continental.
Su boca o conexión con el mar es de apenas 4 kilómetros; este remanso de aguas tranquilas es la Bahía de Concepción al sur de la ciudad de Mulege y cuenta con playas verdaderamente sorprendentes por su belleza y por estar enmarcadas con el desierto y la sierra de rocas volcánicas de la Giganta.
Pero aún hay más sorpresas, ya que la bahía tiene algunas puntas e islotes que apaciguan más las aguas.
Ése es el caso de la Punta El Requesón, donde una isla de unos 400 metros tiene en su parte central un corredor de arena que la conecta con tierra firme, generando una playa con doble vista realmente impresionante y a la que los lugareños llama también El Requesón (ver fotografía).
Las aguas que acarician esta singular playa son mansas, transparentes y de muy baja profundidad; son el hábitat de otra ave de los mares: el popular pelícano.
El "show" que dan estas grandes aves, cuya envergadura llega hasta a los 3.5 metros, para conseguir su alimento, es digno de observarse; a su lado el Águila Pescadora queda como un ser de la prehistoria.
De estar flotando en el agua se levantan en vuelo unos pocos metros (10 a lo máximo) y se dejan caer teniendo su enorme pico el primer contacto con el agua; posteriormente con la presa en su bolsa por debajo del pico, llamada bolsa gular, la aprietan contra su pecho sofocándola para pasar a engullirla entera. Todo esto en segundos.
Lo que al águila le toma varias horas, estas aves lo realizan en segundos, claro que por su envergadura y mayor peso esta cacería se repite varias veces.
Ya sea que se trate de tener vivencias tranquilas como senderismo ligero por el desierto o safaris fotográficos breves utilizando el kayak como medio de transporte, hasta verdaderos desafíos ultra extremos como remar todo el Mar de Cortés o atravesar en bicicleta de montaña el Desierto del Vizcaíno por varios días, el mundo de Baja ahí está y ha estado siempre; el límite es nuestra creatividad, imaginación y voluntad para diseñar verdaderos retos.
La semilla cayó en surco fértil y en Baja el desafío nunca terminará.
desafioextremo@intercable.net