MENU
(4 julio 2010).-

Hace una semana me encontraba en la Zona Arqueológica de Machu Picchu, en Perú, y uno de los lugareños con quien platicaba me comentó que la presencia de lluvias en la anterior temporada había sido la peor de que se tenga memoria y que habían tenido que cerrar este famoso sitio.

Comentó que aún no se ha restablecido en su totalidad toda la infraestructura de servicios, ya que el tren que lleva a los visitantes de Cuzco hacia el pie de la montaña de Machu Picchu tiene unos tramos sin operar.

Cuando me platicaba de los estragos que dejó el flujo del agua a su paso por la región no daba crédito, incluso se me hacía un poco exagerado.

Sin embargo, al llegar a Monterrey, el miércoles, viví la experiencia del huracán "Alex" en la Ciudad y sus alrededores, y en un scoutting bastante restringido por la inundación de carreteras y brechas en pleno jueves, pude ser testigo de un hecho sin precedentes en estas latitudes.

Es que si el huracán "Gilberto" era la referencia de lo que puede ser una inundación, y las nuevas precipitaciones se medían como "la mitad del nivel del Gilberto", "un tercio del Gilberto", etc., "Alex" ha superado nuestra imaginación al dobletear al "Gilberto".

Por lo pronto, hay que adentrarnos en la Sierra Madre Oriental tan pronto nos lo permita para explorar estas secuelas de escurrimientos nunca antes vistos en la región.

Todo con las debidas precauciones, claro.

Volviendo a mi experiencia en Perú, me preparé para mi odisea de 15 días en este país sudamericano, en la que recorrería más de 5 mil kilómetros en los que lo exploraría en automóvil, pero también caminando, en tren, incluso por agua y por aire, como sucedió en el Lago Titicaca y las inexplicables líneas de Nazca, respectivamente.

Me percaté de que Perú posee los más variados climas y ecosistemas y que la experiencia sería realmente interesante, pero la realidad superó las expectativas.

Nunca imaginé que de estar manejando al nivel del mar, en menos de tres horas iba a estar en una carretera a 4 mil 600 metros de altura.

Para darnos una idea, la carretera pavimentada más alta de Nuevo León no llega a los 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar, y el Paso de Cortés, la más alta de México, en Puebla, alcanza los 3 mil 600 msnm.

En Perú uno puede ir atravesando un desierto de más de 100 kilómetros de longitud y en sus costados observar los picos nevados de Los Andes.

Los contrastes y sorpresas son de fantasía. Un ejemplo fue la sorpresa que me llevé cuando me dirigía del Lago Titicaca a la ciudad de Arequipa y en uno de los puertos, a más de 4 mil metros de altura, divisé un lago azul intenso y al acercarme no daba crédito a lo que veía ¡había flamingos en el lago!

Luego, en la Cordillera Blanca, llamada así porque ahí se encuentran las montañas andinas más altas de Perú y todo el año permanecen nevadas, viví un desafío muy interesante.

Esta cadena montañosa es ampliamente conocida por los montañistas a nivel mundial, ya que entre otras cosas aquí se encuentra el pico del Alpamayo, bautizado en los años 60 por los europeos como la montaña más bella del planeta.

Además, aquí se ubica El Huascarán: la cima más alta de Perú, con 6 mil 768 msnm, tan sólo 197 metros abajo del Aconcagua, de 6 mil 965 msnm., la cumbre más alta de América.

La Cara Norte del Huascarán, la cumbre mas alta del Peru, con 6768 metros de altura.

Como capital turística y de aventura de esta región se encuentra la pequeña ciudad de Huaraz, a 3 mil 100 msnm, y fue precisamente este poblado el que tomé como centro de operaciones en los tres días que pasé en esta cordillera.

 

Me recomendaron un trekking hacia una laguna cercana llamada Churup. Ya había conocido algunas lagunas azul turquesa en mi scoutting sobre ruedas, pero me llamaba la atención hacer un ascenso de unas tres horas hacia esa laguna de color azul profundo.

La logística de esta travesía, que bien vale la pena, fue salir temprano de la ciudad en vehículo para subir por una terracería a 3 mil 800 msnm y ahí iniciar el trekking hacia la laguna.

Esa mañana decidí ir lo más ligero posible ante el peso excesivo del equipo fotográfico y, como los días anteriores había sentido un sol quemante, aun a más de 4 mil metros, no llevé nada para el frío.

La sensación real de iniciar una caminata fotográfica 100 metros más arriba que la mayor cumbre de Nuevo León y casi a la altura de los albergues de los volcanes mexicanos, la entendí al dar los primeros pasos, sin embargo, conforme avanzaba me sentí mejor, pero como el Sol aparecía de forma intermitente, el frío empezó a calar.

Ante el frío decidí no parar y arreciar el paso, aunque siempre monitoreando mi cuerpo previniendo el mal de montaña.

Al alcanzar los 4 mil 300 msnm, en un pequeño valle me topé con un montañista suizo que se aclimataba para subir el Alpamayo, al fondo se veían unas cascadas por las que la vereda pasaba a unos cuantos metros.

La ruta parecía un poco complicada, pero mi amigo me comentó que existían unos cables para realizar más fácilmente ese tramo de escalada.

Finalmente, 15 minutos después y sorteando esta última sección sin dificultad, me encontraba disfrutando el paisaje de la laguna.

Estaba a 4 mil 450 msnm, un poco agitado ya que ascendí en tan sólo una hora y 15 minutos, pero ante mis ojos estaba un paisaje como de rompecabezas, un lago con diferentes tonos de azul, al fondo una montaña nevada y una transparencia casi total del cielo y de la laguna.

Mi idea era bajar lo antes posible ante el frío que sentía.

Al tomar las fotografías platiqué con una pareja de italianos que se dedicaban a recorrer las montañas del mundo, no tanto a conquistar sus cumbres sino a realizar trekkings de varios días por sus laderas.

Les pregunté su opinión de la Cordillera Blanca y me respondieron que para ellos, después de Nepal, esta cadena montañosa era el lugar más impresionante del mundo para esa actividad.

Mientras volvía, por mi mente pasaba la idea de que después de este viaje con carácter de scoutting genérico del Perú tenía que regresar con la consigna de conquistar las dos estrellas de la Cordillera Blanca: las cumbres del Alpamayo y el Huascarán.

Esta meta ahora se veía más alcanzable y no pensando en el largo sino en un muy corto plazo, ya que nuestro desafío nunca termina.

La laguna Churup, en el corazon de la Cordillera Blanca en los Andes Peruanos.